miércoles, 25 de septiembre de 2013 Publicado por María García Esperón Posted in

En su rostro deshecho...



 En su rostro deshecho por el olvido y el barro los resentimientos se apuran y bromea el insulso. Porfía la bondad en distraer con malicia las manos atadas y acaecen tristezas, se cuelgan de tu garganta el corazón y las perlas del vil. Caminos sin ti, caminos vacíos que alguien transita desde el espesor pero que casi nadie percibe. Pájaros negros y blancos aguardan que la salud o la fortuna o la nieve retornen. Ya no miro en tus ojos esa distancia subrepticia, ruin e insalvable.

 (C) Luis Miguel Rabanal
A la que falta
Origami, 2013
Página 34
viernes, 14 de junio de 2013 Publicado por María García Esperón Posted in

A la que falta, próximamente




En la Colección La casa del pintor de la editorial jerezana Origami, con prólogo de Ana Martín Puigpelat y epílogo de Javier Gil Martín. La portada es de Julia D. Velázquez.

jueves, 28 de febrero de 2013 Publicado por María García Esperón Posted in

Manhattan Club



MANHATTAN CLUB

Esa puerta angosta que se abre de súbito y enseña
a la noche la ropa más íntima de B. hace feliz a quien la ama.
Desde su mostrador el muchacho delata el cuerpo que es hermoso
y decide anotar su enjundia ahora, entre trago y trago de martinis
con un temblor de no prometido placer en sus labios yermos,
entre los libros de abreviar la vida y los ojos que le nublan
sus necias palabras de alcohólico anónimo.
Solamente eso es el amor:
Ben Webster y la mujer que con fatalidad lo ha mirado.
«El tiempo inmóvil, y yo aquí expuesta a la contemplación
como un juguete rosa, con alas y manos que recorren
las estrías de mi vientre y después deben decirme
que mis actos son bellos en sí, consuelo de truhanes
que me masturbarán más tarde en una esquina de la noche».
Quiere componer su estatura envuelta en pliegues de mentira,
lo mismo que hacen los embalsamadores, música sagrada
en sus ingles y mucho silencio
cuando en medio de sus muslos se adivina la promesa
de haberse postergado el mundo, y él contra su abrazo.
Únicamente eso es amor: las apagadas luces y una mujer
que llora inmensamente su soledad besándose ella sola,
buscándole algún parecido a la muerte con su harta delicia.
«Afuera hay cien mil coches en llamas y las horas
transcurren porque yo así lo deseo, porque mi carne
es dulce y mi coño de suaves orillas, como todo lo que arde,
es tierno y profundo.
Alegre matador, ven a tomarme si te atreves».
Esa puerta que se abre y penetran calimas.
Y alguien ya tose.

(C) Luis Miguel Rabanal
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi