Alguien lo ha visto maldecir
sin ninguna paciencia.
Se querría arrancar los cabellos,
abrió sus ojos
igual que el aparecido.
Se conoce que prefirió perderse
las fechas soportables
cuando más atraviesan el corazón
con su mesura.
El dulce cortejo de la dicha.
La boca que enmudece ahora
sin cesar. -Si pudiera contarlo.
(C) Luis Miguel Rabanal Mortajas Voz: María García Esperón Música: L. Einaudi MMXI
miércoles, 26 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
a solas con nosotros,
Rená
POR QUÉ no estarás aquí ahora que te nombro de una forma casi que me duele, pues tantas veces nos besamos la niñez pretendiendo desórdenes tan sólo en el deambular secreto de bocas y distancias, pero, amor mío, tu nombre se oculta en las mañanas de fiebre, en las cinturas que tan bien olieron si venías de tus mejores regresos, porque la edad de las memorias se sustenta en un lugar que apenas recordamos, te vi tan niña aquella primera tarde que me dije que sobraba entonces, después te hablaba de mi historia grotesca, te encendía los ojos con hogueras frías en las sienes,
y me acostumbré a encontrarte levemente y una tarde te besé los labios porque me iba, porque me aferro a tus alturas sabiéndome cercano a algo que comienza o porque sin ti el amor no tiene surcos de dulzura ni flores en las manos ni viajes a los pechos, parecías moviéndote incansable por la casa una aparición soñada que aprendía cada poco su universo rubio, y te llamaba amor y me callabas tu mínimo orgullo de estaciones de nata, así se nos iba todo el tiempo en asaltarnos las miradas como si también nosotros fuéramos amargos y lujurias y canales que se tienden en la noche para en ella mejor descomponerse,
(C) Luis Miguel Rabanal
Rená, a solas con nosotros.
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI
martes, 25 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
Cuaderno de junio
Nadie más apropiado que él
para expresarlo.
Se le nota en el rostro la luz
del augurio, la negra luz
que ocupaba el Valle Barreras
en otoño después del amor.
Próximo a las malezas un hombre
fuma su último ducados,
cree haber sido feliz
lo mismo que un muchacho lúgubre.
Nadie como él para contar la derrota
que surge de ese pozo,
el dolor que hinca sus uñas sucias
en la carne y acarrea la desnudez
de la tarde
hasta arrobarse a solas.
Ha visto trasgos,
se le han secado en los labios besos,
compone con su voz el apodo absoluto.
No pretende solapar la evidencia
y rebosa de espuma su boca.
Como el que apresuró sin querer
la vida de los demás
mordiendo con saña su desvelo,
la humillación que argüir a esta hora.
Detrás de la capilla besaba
a las mujeres que apenas se oponen
y daba tanto gusto no ser generoso,
no debes volver, le dice.
Incrusta en sus párpados un espino
muy dulce, arranca de su cuerpo
su oscura monodia.
Nadie te recuerda.
(C) Luis Miguel Rabanal Lugares Voz: María García Esperón Música: L. Einaudi MMXI
domingo, 23 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
Mortajas
Desde lejos la noche
interminable y la certeza
de que ahora ha terminado.
Desde lejos la peligrosa luz
del no reconocerse.
También tú te has atrevido
a vislumbrar al borde de su lecho
la monstruosa nada.
Pensaste ver las sombras acechar,
las calles en penumbra
y la nieve, con su abrazo
nombraban la dicha.
Desde lejos te alcanzará el aullido.
Quieres mirarte en ellos,
en su carne y su perfume,
por última vez
(C) Luis Miguel Rabanal Mortajas Voz: María García Esperón Música: Einaudi MMXI
sábado, 22 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
Lugares
Sobre Montecorral la lluvia
aún no se reconoce,
los cuerpos ya marcharon
a maravillarse con otros cuerpos
únicos y tú tendrás que volver
algún día, con sigilo o con alguna
incertidumbre malsana,
como extranjero atribulado
por el dolor y la niebla,
a desenmascarar y a besar
su rostro.
Quienquiera que sea el atrevido
que cruce sus dedos ahora
como perpetraba en la niñez,
para vivir tan deprisa
de modo que el pájaro verderín
no lo sepa.
Observa bien sus manos,
no son las de aquel tiempo triste.
Sobre Montecorral las brasas
y sobre su cuerpo frío líquenes,
son hábitos con que acercarse
al derramado pudor de entonces,
al deseo que hoy se cansa de clamar
y clamar como el loco que huye
del sutil sacrificio.
Muchachas tendidas sin ropa
y ofreciendo su carne sublime
al que pasa apurado, al que llega
de la ciudad muy lejana.
Deberías ser tú, el extraño
que enfermó con ella sin querer,
quien desde los desnevios
reproduzca el infortunio con saliva.
A fin de cuentas, el más espeluznante.
(C) Luis Miguel Rabanal Lugares Voz: María García Esperón Música: Yiruma MMXI
viernes, 21 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
Cáncer de invierno
Di que las eras de Riello
cubrían tu niñez de colores
posibles, de pelotas de goma
con que triunfar una tarde
de sol.
Di que perdiste en su seno
los años execrables, los años
que no cesan jamás de narrar
su exacta lejanía,
que ganaste amargura.
Di que sí, que el tiempo
reconoció tu otro cuerpo
prestado a los héroes de papel
y de nieve, que ahora
resulta que no eres tú
de ningún modo quien fuiste.
Di también que ha pasado
casi ya todo.
(C) Luis Miguel Rabanal Diez poemas para leer (y amar) detrás de los saúcos
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI
miércoles, 19 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
La casa vieja
Los ojos de entonces, las miradas atónitas que hacían sollozar
como si pelasen en casa del vecino miles de cebollas, los ojos
que nos arrancó de sopetón la vida, son el tributo que ahora
queda por referir. Palabras encontradas, dices, palabras de
consuelo. Hubo quien se perdió en la orilla del pantano para ser
más joven, sin querer, como un iluso invoca favores arrodillado
ante los senos nacientes de la diosa. Palabras, también,
desconcertantes. Desea el extraño que lo empujen al fondo del
infierno, nos hace mucha gracia el coágulo que serena su
mejilla, busca ser grotesco su dolor y a su abrigo regresamos
sanos, y salvos, de la selva. A nuestra edad qué ruin
desesperanza, le responde.
(C) Luis Miguel Rabanal La casa vieja Realización: María García Esperón Música: L. Einaudi MMXI
De la mano de la infancia, vistiendo los frutales
con mi intemperie y llovizna.
Dentro de las casas ya habita el invierno, su túnica
es triste como el murmullo que pasa a mi lado,
paseando la tardecina pleno de nostalgia y de nubes.
En este camino, una vez, besé los labios radiantes
de una niña llamada ternura.
Apenas recuerdo el color de sus ojos, las ramas
de su lengua. Tan sólo sé que fue hace tiempo
de este atardecer de soledad y de frío.
Dentro de las casas se vacía la leña, y alguien,
acaso sea un hombre muy roto, remueve en sus manos
la furia del espejo y olvida las horas.
Camino de Ceide que conduce a la noche.
(c) Luis Miguel Rabanal La memoria buscando sus disfraces
Voz: MJ Romero
Edición: María García Esperón
Música: L. Einaudi
2011
De la mano de la infancia, vistiendo los frutales
con mi intemperie y llovizna.
Dentro de las casas ya habita el invierno, su túnica
es triste como el murmullo que pasa a mi lado,
paseando la tardecina pleno de nostalgia y de nubes.
En este camino, una vez, besé los labios radiantes
de una niña llamada ternura.
Apenas recuerdo el color de sus ojos, las ramas
de su lengua. Tan sólo sé que fue hace tiempo
de este atardecer de soledad y de frío.
Dentro de las casas se vacía la leña, y alguien,
acaso sea un hombre muy roto, remueve en sus manos
la furia del espejo y olvida las horas.
Camino de Ceide que conduce a la noche.
(c) Luis Miguel Rabanal La memoria buscando sus disfraces
Voz y edición: Alejandra Moglia
Música: Einaudi
2011
Seguramente ocurrió allí y jamás hasta hoy lo supimos. Es cierto que contemplamos desde la lejanía y la ausencia la tonta puesta de sol de otra edad: aquel fastidio por el polvo inenarrable del camino de Ceide y aquel desbarajuste, de verdad y de golpe, con el tiempo por verse uno ya abocado sin querer al dolor. O incluso aquel instante de plácida plenitud donde todo en apariencia sobraba. En ocasiones empacha la memoria como una picadura tan socorrida, y de pronto tan vil, y se aleja de nosotros que la colmamos mucho alguna vez. Aún hoy ponemos nuestra boca en el margen umbrío de la felicidad y contamos, sin llevar, las nubes. Así se fue la vida, nos dijeron.
(C) Luis Miguel Rabanal La casa vieja Voz: María García Esperón Música: L. Einaudi MMXI
EL MAR, el tiempo que casi nos teje
el olvido como una mentira, el espejo donde
las manos parecen destinos muy crueles, el mar.
El cuerpo que tanto abrazábamos
los domingos de rocío y de nata, los pájaros
volviendo a su universo húmedo, el cielo
de las doce,
el cielo inextinguible de tus muslos sin trazos de aurora.
El cálido lenguaje de algunos muchachos
con la edad entre sus lágrimas,
la jerga tibia de las niñas: ven
y nos morimos, atrozmente, tras los juncos.
El mar, el ramaje remoto de todas las caricias.
(C) Luis Miguel Rabanal
(Técnicas) Para abrazar un oscuro nombre 1985
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI
miércoles, 12 de octubre de 2011Publicado por
María García EsperónPosted in
Mortajas
Nacimos repetidamente en nuestras manos.
Hemos vuelto para encontrar aquí
la vida. Para malgastar los años en caricias
de leche. Solos,
desamparados en este temor a lo que ocurra
en los caminos, a lo que ha de suceder
en los montes
: el agua ocultará las flores del acebo.
Malditos pantanos que amenazan con surgir una noche
y borrar de nuestras bocas la palabra
tierra.
Malditos vagabundos que arrastrarán tras ellos
las casas, la leyenda, los niños, el verano.
Pero estamos solos.
Adheridos del todo a la memoria que puede
recoger los meses sin sueño y dárselos
a alguien a cambio de sus nombres.
Tendremos que morir
en nuestros ojos, temblando mientras un ñubero triste
cabalga en una nube.
Recordando aún mientras se desvanece el recuerdo
en los portales que un día poblaron
nuestros besos redondos como el mar, como la dicha.
En el fondo gigante de la lluvias.
. (C) Luis Miguel Rabanal De "La memoria buscando sus disfraces", Barrio de maravillas, Valladolid 1986 Voz: María García Esperón Música: Yanni MMXI